martes, 11 de octubre de 2011

GEOGRAFIA: LA CIUDAD DE LOS MENDIGOS DE URCIS

Desde siempre estoy en las calles. Con tres años me quedé huérfano por lo que tampoco guardo ningún recuerdo de mis padres. Sin embargo, atesoro en mi memoria las palizas que me daba el cabrón de mi tío cuando no hacía sus recados (o cuando no me estaba magreando). Lo maté con seis años. Le clavé un puñal en el cuello mientras dormía, su sangre manó a borbotones salpicándome toda la cara. Todavía noto la calidez de su sangre sobre mi piel. Después de esto huí de allí, mis primos me buscaban para mandarme ejecutar, o quizás simplemente para acabar conmigo. ¿Quién hubiera buscado el cadáver de un huérfano de seis años? Salí de allí corriendo y no paré hasta que me desplomé en el suelo de puro agotamiento. Me levanté en mitad de la noche en la orilla del Briga. Tenía la garganta completamente seca así que instintivamente eché un trago de agua. Vomité, en aquellos días no sabía la podredumbre que arrastraba el cauce del río, por eso sus aguas bajan rojas como la sangre. Los siguientes días anduve medio perdido entre las calles de la Ciudad de los Mendigos. Comía de la basura que inundaba sus callejones. Hay autenticas montañas levantadas solo con desechos. Me recogió una muchacha vestida con harapos cuando paseaba semiinconsciente entre los escombros. Era una buscadora de una fraternidad. Su trabajo consistía en observar y encontrar cualquier persona, animal o cosa que pudiera ser útil para su fraternidad. A partir de ese día mi vida ha tenido como epicentro la Ciudad de los Mendigos. Mis primeros años los pasé rebuscando escoria en las orillas del Briga. Es una actividad muy lucrativa, cientos de personas se congregan diariamente en su desembocadura para rebuscar entre los restos  que trae la corriente. Si no conseguías cada día un cubo lleno de metal te ganabas una paliza de muerte. Acababas con las manos llenas de callos y ensangrentadas de tanto rebuscar entre el fondo pedregoso del río. En muchos casos los cortes se infectaban y en menos de una semana te entraba el tembleque. El cuerpo se contorsionaba brutalmente, las fiebres hervían tu cabeza y no podías comer. Cuando te entraba el tembleque sabias que tu destino era convertirte en comida para los cerdos. La Ciudad de los Mendigos es brutal y salvaje. Sólo sobreviven los más fuertes (o los más listos). La ciudad es autosuficiente y no necesita nada del exterior. Surgió como unas cabañas dispersas que se construían los mendigos a las afueras de Urcis. Nadie los quería cerca y el único sitio que les quedaba para vivir era en esta orilla de la laguna. Las casuchas fueron aumentando hasta que se convirtió en el barrio más populoso de la ciudad. Entonces llegaron las fraternidades, nadie muy bien cuál fue su origen, pero lo cierto es que se adueñaron de la Ciudad y sus calles. Las cabañas empezaron a dar paso a construcciones más grandes. A día de hoy, sobre las casas destartaladas de los mendigos, las fraternidades han levantado auténticos castillos y palacios. Lo se, yo gané el mejor de ellos y quemé un par propiedad de mis enemigos. A sus pies se encuentra todo un laberíntico entramado de callejones.  Casas construidas con cualquier material imaginable, restos de barcos, piedras apiladas, planchas metálicas, paja mezclada con barro y excrementos, cualquier cosa es buena para poner sobre tu cabeza un techo. Y bajo ellas el subsuelo, otra ciudad bajo la Ciudad de los Mendigos, mucho más terrorífica y peligrosa. Entre las calles de nuestro distinguido barrio puedes encontrar cualquier mercancía por la que se esté dispuesto a pagar o matar. Beleño o Llorona para colocarse, pimienta de Teras o lirios de contrabando, pequeños saurios para peleas clandestinas, armas de todo tipo, lagartos de cualquier edad y raza…Es divertido cruzarse entre las calles personajes cubiertos por completo con sus capas oscuras, pensando que con la seda negra y el perfume van a evitar no ser descubiertos por mendigos y maleantes. Nobles de todo tipo se adentran a disfrutar de los placeres más prohibidos dentro de nuestro selecto barrio. He mandado secuestrar a más de uno para cobrar un suculento rescate, o para hacerle comprender que los negocios se hacen con nuestra fraternidad y no con las rivales. Pero en fin, así son los negocios y en mi casa se debe mostrar respeto. Hay que tener en cuenta que a pesar de sus sombras, su sangre y su dolor, este es  mi verdadero hogar.   


Rato,   regente de la fraternidad  azul.

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