sábado, 23 de julio de 2011

FAUNA: GORGÓN

Dibujo de Chris Butler
Solamente me he encontrado con estas bestias una vez en la vida y espero que sea la última. Hace ya más de una década, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Mi tripulación y yo habíamos salido en mi carraca rumbo a la desembocadura del  Ivádines. En aquella época traficaba con óleo para conseguir algo de fortuna y había encontrado un afloramiento entre dos islotes al suroeste de Olis. Ninguna patrulla ducal navegaba tan al norte y mucho menos se adentraba en los pantanos del delta. Los piratas tampoco estaban interesados en una barcaza tan destartalada como la mía por lo que podíamos trabajar tranquilamente. Habíamos echado los botes al agua y los habíamos cargado de barriles. Esta zona pantanosa era una trampa mortal, si no conocías los canales, la corriente podía embarrancarte en cualquier rincón perdido sin posibilidad alguna de sobrevivir. Dos de mis hombres, Bastor y Daru, se habían quedado conmigo llenando los barriles mientras que el bote volvía para descargar los llenos. Todo ocurrió en unos segundos. Daru se adentró en el islote para aliviarse y el muy imbécil acabó cagando en un agujero que resultó ser el nido de una pareja de gorgones. Murió sin darse cuenta de lo que ocurría y con los pantalones bajados ¡qué manera más patética de morir! Nosotros solamente escuchamos un grito agudo cortado bruscamente por un rugido atronador. Salí corriendo del fango para agarrar mi alabarda mientras que Bastor cogía el mosquetón que siempre teníamos cargado y con  la mecha encendida. De entre la maraña de árboles salió el primero de aquellos monstruos. Mediría unos tres metros de alto y se movía con una rapidez endiablada. Su cuerpo estaba recubierto de escamas de un color parduzco, moteadas con colores más oscuros. Se abalanzó contra nosotros con las mandíbulas abiertas de una manera casi sobrenatural. Su rostro transmitía la furia histérica de una hembra protegiendo a su camada. Bastor disparó el mosquetón dándole de lleno en el pecho. Apenas se inmutó, pero consiguió frenar su acometida. Pude observar al gorgón en toda su majestuosidad y dimensiones. Su cabeza era alargada y de la frente le surgían dos crestas de un color rojo intenso que incrementaban la fiereza de su aspecto.  Sus mandíbulas estaban coronadas por una hilera de afilados colmillos que relucían como el acero de una daga. Se levantaba sobre dos patas musculosas, más gruesas que un tronco, y sus patas delanteras terminaban en tres pequeños dedos armados con unas poderosas garras. Su gran cola le permitía mantener el equilibrio y le confería una longitud de más de diez metros de largo. Gracias a Zallet que los árboles no permitían usarla como arma, había escuchado historias de hombres que habían sido partidos en dos por un solo golpe de sus colas. Las usaban a forma de látigo contra sus enemigos. Mientras que la bestia se entretenía con Bastor traté de azuzarle con mi alabarda, tenía que desviar su atención para que recargase el mosquetón. Además, si conseguía herir en la pierna es muy posible que consiguiéramos hacerla huir. Al acercarme, el gorgón se percató de mí, giró su alargado cuello y trató de lanzarme una dentellada. Pude notar su fétido aliento cuando sus fauces pasaron  a un par de palmos de mi rostro. En ese momento caí en la cuenta. No había sangre ni en su boca ni en sus garras. Entonces ¿Quién había atacado a Daru? Salí de aquel ensimismamiento cuando de entre las aguas apareció otro gorgón, aún más grande, de un mordisco le arrancó un brazo a Bastor. Los muy cabrones nos habían tendido una emboscada. Mientras la hembra hacía de señuelo, el macho flanqueó nuestra posición atravesando la zona pantanosa a nado. La hembra se abalanzó contra mi compañero y acabó con él de otro mordisco. Agitó su cuerpo en el aire hasta que lo partió en dos. Yo, con un gesto casi instintivo, me lancé al agua para tratar de salvar la vida. No miré atrás. Nadaba sin parar con el corazón en un puño. Los gorgones se movían bien dentro del agua, pero parece que consideraron que ya no suponía una amenaza para su territorio porque se quedaron mirándome fijamente y me dejaron marchar. Quizás solo pensaron que moriría ahogado. Un último rugido me despidió de aquel islote maldito. El siguiente recuerdo que tengo es como me palpitaba el corazón y me quemaban los brazos cuando me recogieron mi primo  de vuelta de la carraca. Varios días después volvimos al islote mejor armados pero solo encontramos el brazo de Bastor, no había ni rastro de los gorgones. Algunas noches todavía se me aparece en sueños aquel macho inmenso de entre las oscuras aguas del Ivádines para acabar conmigo de una dentellada.

Lupio, mercader de cerámica de Tucses

Dibujo de Steveoc86 de Devianrt

lunes, 11 de julio de 2011

GEOGRAFIA: URSOS

El ducado de Ursos se asienta en la península de Taurio adentrandose en el mar desde la meseta de Tauris, como el asta de uro salvaje que se clava en el corazón de su atacante. Esta tierra se conoció en tiempos antiguos con el nombre de Iorne o Joerne dependiendo de la grafía del texto estudiado.

El sur y este de la península están formados por la gran cordillera de Hauros, rica en minerales gracias a su origen volcánico. Limita con el mar con una costa abrupta formada por cortados y acantilados de piedra negra repletos de enormes granates. Desde los acantilados caen multitud de arroyos provenientes de las montañas que desembocan en el mar torrencialmente. Es por ello por lo que esta zona se conoce como la costa de las Cascadas. Las montañas están plagadas de bosques de encinas, alcornoques y alamedas, sin embargo la desertificación gana terreno a pasos agigantados por las talas masivas en la búsqueda de combustible para los hornos mineros, este hecho es especialmente preocupante en el valle de Briga.

 Al norte de la cordillera, y llegando hasta el mar, se encuentra una gran planicie cruzada por el río Sibris. En ella se asienta la mayor parte de la población, gracias a la fertilidad de las tierras, lo que la ha convertido en el granero de nuestro ducado al ser una zona muy propicia para la agricultura y ganadería. El Sibris desemboca en un pequeño mar interior. Siendo éste artificial, fue creado tras el Concilio de Urcis para la fundación de la nueva capital del ducado. Los ingenieros cerraron la pequeña bahía de Urcis, creada por la propia desembocadura del río, y ganaron terreno al mar, de aquí surgió el bosque Ducal.

El oeste, conocido como la Marca, es la frontera natural del ducado y limita con el gran río Ivádines, el segundo más grande del mundo conocido. Al norte, se extiende una gran zona pantanosa formada por la desembocadura de éste y miles de islotes completamente impenetrables. También, el valle del Ivádines forma un gran cañón donde comienzan las estribaciones de las montañas que abren los pasos por los que se asciende a la árida meseta de Tauris. Esta llanura se extiende hasta el sur de la Marca lindando con la cordillera de Hauros. Todo este territorio conforman una tierra de nadie que sirve de frontera con el Ducado de Inar.

Estas son nuestras fronteras, inalterables desde hace cientos de eras. Ningún pueblo ha conseguido conquistarlas y así deben de permanecer por los milenios para poder seguir estudiandose en todas las colegiatas cartográficas de nuestro querido ducado.


Maestro Hargio de la Escuela de Zallet.